lunes, 25 de abril de 2011

Sobre la flor en el armario, cartas y vuelta a la pelu

Primero de todo, el sueño de hoy:

Es Julio y llego por fin al aeropuerto de Loiu. Allí me esperan ama, amama y Oihane, las tres en patines. Al llegar al coche, el capó está lleno de puré de patata. 

Segundo, un flashback al 7 de abril:

Hemos enmarcado una foto y queremos ponerla en la pared de "la habitación pequeña". Como no tenemos permiso para hacer agujeros en la pared decidimos quitar uno de los cuadros que hay puestos (porque tampoco es que sean tan bonitos...), así que me subo al sofá para ver qué tal quedaría la foto en la pared. Pongo la foto a la altura del cuadro y pregunto qué tal. Al girar la cabeza, veo al otro lado de la habitación, encima del armario, una bolsa de plástico con algo de colorines. Eso no estaba ahí antes. Le pregunto a Eszter a ver qué hace guardando eso ahí.

"¿Guardar? ¿Encima del armario? ¿Yo?"

Cojo una silla, agarro la bolsa y saco lo que hay dentro:

La flor que habitaba sobre el armario

Eszter dice que eso no lo ha puesto ella ahí y yo me empiezo a plantear si la senilidad puede empezar cuando estás cerca de los 26, porque que yo recuerde eso no es mío.

Hmm. Qué raro.

Tercero, avanzamos 24 horas al 8 de abril:

Hoy es el día que todo el mundo esperaba con ansia: vuelvo a la peluquería. Sí, es la misma de la otra vez. La misma, misma. Si, sí, esa. 

Siento decepcionaros, pero esta vez no ocurre nada. Bueno, una o dos veces solo...

Y aquí una muestra de lo que pasó allí y de que tengo genes de camaleón.

Color de cara a juego con el fondo #1
Color de cara a juego con el fondo #2
Cuarto, saltamos al 10 de abril:

Me suena el teléfono. ¡Son R y A! Tras las felicitaciones, me dicen con algo de excitación: "¿que tienes encima del armario?"

"¿Que qué tengo dónde?"

"¡Encima del armario!"

"¿Lo qué?"

"¡Vete a la habitación pequeña, anda! ¿No hay una bolsa encima del armario?"

Y entonces veo la luz: ¡la flor que encontramos al intentar poner el cuadro! Ahora todo tiene sentido. Cuando estuvieron aquí semanas antes la dejaron allí arriba pensando que no la encontraríamos jamás (¿quién mira encima de los armarios de forma regular?) y sorprenderme así el día de mi cumple. Les conté lo que me pasó un par de días antes y los tres nos reímos un rato. ¡Gracias!

Quinto, flash forward al 13 de abril:

Aquí solo tenemos una llave para el buzón, pero un pajarito me dijo que un sobre amarillo había sido enviado hace días dirección Budapest. ¡Qué emoción!

También resulta que cuando R, A y U estuvieron aquí alguien reventó a puñetazos, patadas, balonazos y cabezazos el buzón dejándolo inservible durante un tiempo. Pero por fin arreglaron el buzón y ahora se puede abrir con cualquier llave que sea más pequeña que una botella de litro y medio.

Y como una de mis llaves entra dentro de ese grupo, el miércoles la usé para abrir el buzón y encontrarme la sorpresa:

Sorpresas made by CMM

Tres cartas con felicitaciones (¡y dibujos!) con una foto de algo que llegará en mayo... Lagrimillas por aquí y por allá (pero porque no quiero esperar a mayo, no por otra cosa).

Sexto, esa misma noche:

No hay palabras:
¡He dicho que no hay palabras!
Bueno vale, unas palabras para que no quede tan soso: la taza es hermana de otra, ambas traídas de cierta ciudad por R, A y U cuando estuvieron aquí.

Séptimo y último, ayer:

Toca hacer un viajecito a Esztergom, un pueblo a hora y pico en autobús. La historia vendrá otro día, hoy solo un par de fotos:

Clases de kung-fu en anuncio totalmente realista

Que manía esta de guardar esqueletos en urnas :S

Al otro lado del Danubio está Eslovaquia :O
Y no más, que tras quince días de ausencia ya empiezo a tener agujetas....

domingo, 10 de abril de 2011

Sobre un cumple Rúbiko

¡Zorionak amama! Pasadlo muy bien comiendo en el italiano, poneos las botas de mi parte :)

A mi me ha tocado la tarta perfecta (se os va a caer la baba... muahaha!), que por cierto ha llegado un poco antes de tiempo por no poder aguantar la sorpresa:
Me hago viejuno

¡Me gusta! (ambas)

Parece que está buena, pero está DELICIOSA

viernes, 1 de abril de 2011

Sobre el trío que vino

El martes pasado tocaba esperar un sms que me diría cuándo salir de clase para ir al aeropuerto, una confirmación que dijera que todo había ido bien y que estaban en el avión que desde Ginebra los traería a Budapest.

Pero ese mensaje no llegó nunca. Solo tenían 45 minutos desde que llegan a Ginebra hasta que despega su siguiente avión, así que ¿habrán perdido el vuelo? ¿Los habrán detenido por tráfico de tomate frito, jamón serrano y txistorra? ¿Estarán intentando convencer al piloto de cambiar los paneles del avión por algo fabricado por Apple?

Al final me sacrifiqué y perdí una clase para estar en el aeropuerto a la hora acordada (amama, a veces hay que hacer estas cosas por los amigos, pero ya sabes que yo voy a clase siempre). Minutos después aparecían los tres visitantes, que resultaron haber tenido una mañana de lo más movidita por los cielos y aeropuertos de media Europa: en Bilbao los de seguridad los despidieron con aurresku, en Barcelona les quitaron el botellín de agua y en Ginebra les confiscaron el tomate frito. Parece que si sumas la seguridad de tres aeropuertos juntos el resultado no es malo.

El primer día salimos a dar una vuelta por la noche para ver algún sitio cerca de casa.

Es la reina del skate sin skate

La visita a Joe es obligada
Durante el paseo largo nos encontramos una vaca verde en la calle, como las que durante un tiempo plagaron Bilbo. La conversación fue algo así: "¡Anda! ¡Una vaca! ¡Como las de Bilbo!". Días más tarde protagonizaría algo que sucedió cienes de veces durante la semana.

Caminando por las calles la gente de las tiendas nos invitaba a que entrásemos y lo hacían en castellano (por algún motivo se nos debía de notar que no somos húngaros de pura cepa). Creo que U sigue indignado porque aparentemente tiene un cartel en la frente que dice "español".

Después fuimos a tomar algo a un bar, donde una amable señorita se nos acercó con una bandeja llena de sabrosas zanahorias peladas. Con su sonrisa angelical nos dice: "¿os apetecen un par de zanahorias?". ¡Por supuesto! Urko ya tenía una en la mano y yo en la boca cuando dice "son 150 florines cada una". Hemos caído en la trampa y toca pagar. ¡Esto no nos vuelve a pasar!

Al día siguiente comimos infinita comida, o un poco más. Tras pedir los platos que queríamos se llenó la mesa de comida: queso frito, sopa de frutas, pastel de patatas con huevos y chorizo, pollo con paprika y pollo al estilo Brassow, que resultó ser el plato estrella y que pedimos para comer todos los días, fuéramos donde fuéramos. De postre, crepes, como siempre.

Para bajar la comida damos un paseo un paseo por la isla Margarita, donde sucedieron dos cosas inolvidables. Primero vimos el autobús que va por el agua, y ya pensábamos que ese día pocas cosas mejores podríamos ver. Porque, ¿qué puede haber mejor que un autobús que va por el agua? No, en serio, ¿qué puede haber? 

El tráfico es más fluido por aquí
Pues lo hay, mi queridos lectores, y es MUCHO MEJOR. Resulta que mucha gente va a la isla a correr y durante unos minutos de descanso nos sentamos en un banco a ver la gente pasar. Había gente de todo tipo, de todas las edades, con todas las prendas de ropa posibles y periféricos varios. El que más nos llamó la atención fue un señor que rondaría los cincuenta por lo menos, con pantalones tan cortos que se le veían los calzoncillos slip blancos y que en su mano derecha llevaba, atentos, una radio gigante con su antena y todo a todo volumen. ¡Era el alma de la fiesta!

¿Y qué haría cualquier persona humana al ver pasar de largo algo como esto? Pues por supuesto, esperar el tiempo que haga falta para que el señor diera la vuelta a la isla para poder sacarse una foto con él. Y así fue. Tras aproximadamente media hora el señor volvió a aparecer y sacó su mejor sonrisa para la foto:

Isla Margarita. Los miércoles. 18:00-18:30. Avisad a todos vuestros amigos.
 Exultantes y llenos de gozo volvimos a casa con la sensación de un día aprovechado de verdad.

La silla resultó ser una aburrida
pareja de baile
 Al día siguiente, como buen estudiante que soy, no falté a clase. Al menos a una de ellas. Mientras, R, U y A subieron al monte aprovechando el buen tiempo. Yo no estaba, así que me inventaré lo que pasó allí (eso sí, intentaré que sean cosas tan creíbles como las que me pasan a mi habitualmente).

En su camino a la cima, apareció un enano, que les preguntó en perfecto Euskera por el camino al circo más cercano porque necesitaba trabajo para alimentar a sus seis hermanos y a Blancanieves. Por supuesto no tenían ni idea (claro, llevaban en Budapest 48 horas solo), pero por no quedar mal le dijeron que sabían de un sitio donde vendían zanahorias peladas.

Al fin llegaron a la cima y sacaron fotos a porrillo:

Esta foto no tiene photoshop

Esta lo parece pero tampoco,
simplemente alguien está haciendo trampas

Tras horas posando, Urko por fin tuvo
la escultura que siempre había deseado.
De camino a nuestro punto de encuentro, encontraron al enano en lo que parecía un parque lleno de columpios, donde todos jugaron y se divirtieron durante un rato.

Bajar el monte es así de fácil
No tengo ni idea de por qué me he inventado lo del enano. ¿O no me lo he inventado?

Tras reunirnos de nuevo salimos de paseo y nos cruzamos con la vaca verde, a lo que Ana soltó: "¡Anda! ¡Una vaca! ¡Como las de Bilbo!" seguido de "¡una foto! ¡una foto!".

Una foto
 Resulta que todos teníamos dentro de nosotros un interruptor que de vez en cuando se apagaba y dejábamos de oír lo que decía el resto. Así, el 85% de las cosas que contamos tuvimos que contarlas de nuevo a lo largo de los cinco días porque alguien tenía el interruptor apagado. De forma informal lo llamamos "es que no hacemos ni puto caso".

Más tarde fuimos a comer al mercado. Comida típica, por supuesto. Creo que cada vez que pedía algo en algún sitio lo primero que oía era a alguien decir "pero... ¿eso es típico?".

Aunque antes de pedir la conversación fue esta: "R y yo vamos a pedir la comida. Quedaos aquí y cuidad las sillas, que nadie se siente en ellas. ¿OK?"

"OK".

Tres minutos después, al regresar con las manos llenas de platos con comidas típicas del lugar, en la silla 1 estaba U, en la silla 2 estaba A, la silla 3 estaba vacía y en la silla 4 había una abuelita comiendo su comidita. A y U nos miraron con cara de "luchamos por ella pero no pudimos hacer nada".

No pasa nada, no todas las batallas se ganan.

Más tarde, a por el postre. "Pero algo típico, ¿eh?". Así que fuimos a un sitio donde sobre una masa ponían todos los ingredientes que quisiéramos, como una torta con cosas encima.

Nos fijamos en uno que tenía buena pinta: mermelada de arándanos, pasas y algo que no recuerdo. 850 florines. Me gusta.

"Queremos uno como ese", decimos, señalando a uno que ya estaba hecho. Resulta que ese que señalábamos tenía azúcar en polvo que no se veía, porque eso fue lo primero que le echó a la torta. Después los tres ingredientes que habíamos pedido y cuando iba a dárnosla dudó un instante y preguntó: "¿queréis que os eche un poco de vainilla por encima? ¿chocolate?". Nos miramos entre nosotros, hasta que A dice "venga vale, chocolate".

Al chico se le cambian los ojos a forma de dólar, echa el chocolate y dice "1150 florines". Ya nos han vuelto a engañar con las guarniciones que parecen gratis pero no lo son. ¡Esto no nos vuelve a pasar!

Al final resultó que el chocolate era lo peor que podíamos haberle puesto por encima y no estaba tan rico como parecía en la foto...

La hora de la siesta es la hora de la siesta
Más tarde tocó ir a la ciudadela y visitar el laberinto subterráneo (el domingo puse una foto del interior del laberinto). Tras patear y patear, llegamos a la parada de autobús que nos llevo hasta allí directamente.

No tengo palabras
El laberinto a oscuras con el candil estuvo divertido como siempre y A se llevó unos cuantos sustos, aunque también conoció a alguien.

Ella da miedo y el se arrascó en el peor
momento posible
Después paramos en el mini bar, donde A se puso las botas:

¡Vino gratis!
Esa noche dormimos con una distribución de mantas diferente a la noche anterior y sufrimos la invasión de una estampida de mastodontes que cruzó la habitación para ir al baño. Todavía no se me ha ido el miedo que sentí al oír aquel estruendo.

Ya no sé ni el tiempo que llevo escribiendo, así que toca resumir muy mucho.

El viernes fuimos al parlamento y más cosas:

Urko encontró al amor de su vida

Al señor de metal le daba vergüenza salir en la foto

Si no hago yo el congrio, no lo hace nadie

Mi vena de fotógrafo debería ser ilegal
El sábado fuimos paseando a los baños. Fueron un par de kilómetros de nada, pero en cierto punto, casi al final, ocurrió algo trágico. ¡A perdió una pila! Y no fue hasta llegar al final del camino (donde la siguiente foto) cuando R y A decidieron dar media vuelta a buscar la pila. U y yo les habríamos acompañado gustosamente, pero prefirieron ir solos en esa aventura imposible.


Así que mientras U y yo esperábamos a que encontrasen la pila en la calle que mide 2,3 kilómetros, nos dimos un paseo por uno baño público para soltar las penas por 100 florines. Sorprendentemente la pila apareció, así que final feliz (y rápido) de la historia.

Minutos más tarde fuimos a la estación de metro a esperar a Eszter, pero resulta que en el único banco que había había un chico sentado leyendo. U se sentó a un lado y R al otro, y este le empezó a hacer un reportaje fotográfico. Doce o trece fotos después, el pobre infeliz huyó dejándonos espacio en el banco.

Nuestro enemigo nº1 en el metro
 Eszter llegó y fuimos a los baños. Después a casa y a dormir. A la mañana siguiente (domingo) dieron la última vuelta por la ciudad antes de abandonar la ciudad hasta la próxima aventura...
El enano por fin encontró trabajo en el circo
Nota: pasaron miles de cosas más, pero me tiemblan los dedos de tanto escribir...