miércoles, 20 de julio de 2011

Sobre una herida que palpar

Bueno, pues la semana siguiente descubrí que el gorila y el pobre chaval habían roto. Estas cosas pasan. Pero el gorila no entiende de penas y lo cacé en el vestuario de nuevo intentando hacer amiguitos. 

Al salir de la ducha, me empecé a vestir y al otro lado del vestuario  le oía hablar. No podía verlo ni a él ni a su nueva víctima, pero su voz era difícil de olvidar (además de que nadie más grita en inglés en el vestuario habitualmente, por lo que el margen de error es cercano al 0,2%).

"Y hoy solo he podido correr una jodida hora y media. Duele una puta barbaridad. Mira que herida, es jodidamente enorme. Y no sé cuándo me la he podido hacer. ¡Es enorme! Y encima al tocarla se nota raro. ¿La quieres tocar?"

"Yo... es que no la veo. Pero da igual"

"Que sí joder, está aquí, tócala ¿no la ves? Aquí, justo al lado del huevo".

Si alguno de vosotros necesita fórmulas para ligar, el gorila tiene muchas.

martes, 19 de julio de 2011

Sobre un gorila que lo hace a pelo

Ir al gimnasio es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar. Y no me refiero a si hacer biceps para que tu brazo sea más grande que tu cabeza o hacer pecho para parecer un armario con tetas. No, esto es más profundo que eso.

Hace ya unas semanas, tras una clase de Body Toning en la que hicimos unos dos o tres millones de squats, lunges y rodillas, me estaba preparando para meterme en las duchas cuando entra un señor de unos 40 tacos con los ojos que parecía que se le salían de odio. Se puso en medio de todos y levantando los brazos grita (¡en inglés!):

"¿Quién me reta? ¡¿¿QUIÉN ME RETAAA??! ¡¡¡¡AAAAAHHHHHHHHH!!!!"

El gorila nos miraba a todos uno a uno esperando una respuesta, y viendo que nadie decía nada se acerca a un chico de unos veinte años. Se puso un poco rojo, probablemente porque acababa de manchar los calzoncillos tras una racha de 17 años y medio.

El gorila lo seguía mirando fijamente, a unos 50 centímetros de él. La caquita le debía estar resbalando por las piernas, porque más que rojo, parecía estar granate. Sudaba, y eso que aún no había hecho ejercicio.

El gorila baja sus brazos, sonríe, y le dice con voz de persona normal: "Sabes que estoy de broma, ¿no?"

El chico traga saliva y asintiendo muy despacio y con voz temblorosa la contesta: "ehh... sí, sí, claro...". Si le hubiese bajado los pantalones el gorila habría descubierto que mentía, pero no se le ocurrió comprobar.

Me metí en la ducha, y al salir, la nueva pareja allí seguía charlando. O más bien, el gorila hablaba y el pobre chico aguantaba (sin sentarse, porque eso así tiene que ser hasta desagradable). Mientras me visto, decido encener mi antena parabólica:

"Porque odio los putos condones joder. Son una puta goma, ¡y yo no me pongo una puta goma en mi jodida polla! ¿Tú usas condones?".

"Pues... es que no tengo novia...". (Aquí me doy cuenta de todo. La fórmula para ligar ha funcionado).

Como no sabía si podría aguantar la risa, salí del vestuario en ese momento. Creo que aún siguen ahí charlando.

viernes, 15 de julio de 2011

Sobre dos señores que vinieron

Anda, pero si tengo un blog! Menos mal que alguien me lo ha recordado porque sino esto se habría quedado más desierto que las clases de Procesamiento de Señales de este año. Para que os hagáis una idea, un día estuvimos tres en clase, y mientras el profesor me explicaba noséqué los otros dos dormían plácidamente sobre las mesas. Verídico (como todo en este blog, aunque a veces cueste incluso imaginarlo).

Dos meses sin contar nada dejan tiempo para muuuuuchas historias, aunque ahora mismo solo hay planes para cuatro:

1) Visita #1: Carlitos y Andrés.
2) El señor del gimnasio.
3) Visita #2: los titos de Salamanca: tita Mila y tito Alberto.
4) Los vietnamises de la piscina, el calor infernal y fruta gigante.

Hoy toca el punto namber guan. Que empiece la historia:

Érase una vez, hace mucho mucho tiempo (algo así como la última semana de mayo) un avión que para no sorprender a nadie llegó con dos horas de retraso. Por supuesto al avión no se le ocurrió avisarme, ni tampoco a las docenas de personas que a las 20:50 estábamos allí esperando la llegaba aquellos que ansiában visitar nuestra preciosa ciudad aqueicense aquincense.

Retrasaron los demás vuelos para que nadie sintiese envidia
El señor Andrés apareció y ya desde el principio cambió los planes para llegar a casa. "Nada de taxi, que somos pobres y nos va la aventura, así que vamos a seguir a esa mujer que me ha dicho que por este bus nos lleva al centro".

Pues no, no nos llevaba al centro, sino a la mitad de la nada, donde cogimos otro autobús que resultó sí llevarnos al centro a pesar de la hora. La mujer/chica resultó ser muy amable y nos ayudó con el trayecto además de dejarnos invitarle al billete de autobús. Siento que la historia no acabase tan interesante como parecía en un principio :(

Pero bueno, ya que la noche no podía acabar así, sin cosas fuera de lo normal, el señor Andrés decidió de forma espontánea (y según él, involuntaria) cambiarnos el nombre de nuestra querida conexión WiFi. Ya no tiene el nombre molón de antes, sino que se llama...

y no, no es "casa". Algún día tendré que investigar de quién es eso.
La foto está sacada hace 30 segundos, así que se puede decir que la conexión ha cambiado su nombre de forma irrevocable. El imperio del señor Andrés crece sin cesar.

Al día siguiente fuimos a buscar al señor Carlos al aeropuerto. Cogimos el metro pero en la penúltima parada nos cambiaron a un Potlobús, que es como se llaman los autobuses de reemplazo que ponen cuando el metro está en obras. Potlobús, una de mis palabras húngaras favoritas. Potlobús.

De nuevo, vuelo retrasado (¿qué esperabais?). Cuando el señor Carlos aparece suelta rayos, truenos y centellas sobre la compañía, previo abrazo. ¡Hola Carlitos!

Una vez listos se me ocurre una idea fantavillosa: si pedimos a alguien que venga con nosotros en el taxi, nos saldrá más barato a todos. Así que me acerco a dos señores y les propongo que se vengan con nosotros en taxi ya que así ahorramos todos. Aceptan alegremente y voy a llamar al taxi cuando al señor Andrés se ilumina y dice: "pero si somos tres y ellos dos, ¿echamos al taxista? Porque los taxis que veo son de cinco :S".

Claro, es que contar en húngaro se me da mal, esto nos pasa la mitad de veces cada vez que sumamos 3+2. Y no busco excusas.

Despedimos a la pareja y mientras esperamos al taxi un chico nos pregunta si puede venirse con nosotros. Antes de cometer el error de antes, cuento cuántos son él más nosotros más el taxista y las tres veces me da 5, así que digo que por mi no hay problema. Al final la historia tiene final feliz y llegamos a casa. El señor Andrés decide no cambiar el nombre de nuestra conexión WiFi.

Uno de los días alquilamos bicicletas y nos pasamos el día pedaleando de un lado a otro. Nunca había alquilado una bici antes para andar por una ciudad y he de reconocer que todo se ve de forma diferente. Así que cuando alguien venga sabe que tiene esa opción =) ¡Lo mejor de todo es que da tiempo a ver más cosas en el mismo tiempo!

Un par de fotos de cómo hacen los helados aqui:
Helado de Lavanda
Helado de Señor Andrés
Como buen anfitrión que soy tocó ir a un restaurante de comida típica y cuál fue nuestra sorpresa al ver listado entre las bebidas algo llamado "miel". ¿Miel? ¿Para beber? ¡Eso hay que probarlo! Así que decidimos qué comer y el valiente señor Andrés decide probar aquello.

"Señor camarero, ya sabemos lo que queremos. De primero esto, esto y esto. Después, esto".

"¿Y para beber?"

"Coca cola, zumo, agua con gas y miel"

"¿Miel?"

"Miel"

"¿Miel?"

"Miel"

Será que no lo hemos pronunciado bien, pero el camarero huye espantado con cara de no entender. A los pocos minutos viene con un botellín de coca cola, un vaso de zumo, un botellín de agua con gas... y un tarrito de miel, de esos que ponen en los desayunos de los hoteles.

"Esto es miel, ¿eh?" suelta el camarero, como intentando decirnos algo.

El señor Andrés, que es muy hábil, le contesta rápidamente "sí, sí, es justo lo que queremos, gracias".

Incrédulo, el camarero se va. Tras reirnos durante minuto y medio por lo sucedido, Andrés decide echar la miel en el agua con gas para disimular y para que de paso los camareros tengan aún más historias que contar a sus nietos. Hidromiel con gas, ñami.

Efectos secundarios del hidromiel con gas
Para bajar la comida pateamos un poco, monte arriba y monte abajo. Este párrafo está aquí solo para que haya algo de texto entre las dos fotos y no sé qué poner, así que disimulad y haced como que esto es interesante. Bla, bla, bla, bla, bla.
Más efectos secundarios del hidromiel con gas
 También montamos en funicular, donde una amable señora nos sacó una fotico a los tres
Spoiler: la historia de esas gafas ha crecido en las últimas semanas.
No os perdáis los siguiente capítulos de Un Vasco en Budapest.
Y llegó el último día y con él una sorpresa. Por la tarde los dos señores se fueron a pasear y al volver se trajeron una impresora que aparentemente habían encontrado en Media Markt. ¡Una impresora! Será que les lloramos tantísimo diciendo que necesitábamos una que por no oírnos más nos compraron una. "¡Para que os cayéis, pesados!". Sea por lo que sea, muchas gracias a los dos :) Y ya le hemos encontrado un buen sitio.

Y como todos sabemos, sin fotos esto no vale nada:
Vaya, la hemos pillado en un aprieto.
Con lo cara que está la tinta...
Y para acabar, una foto que me gusta:
Venga, en esta no pongo texto