domingo, 6 de febrero de 2011

Sobre un finde de relax... con sorpresa en el metro. Parte 3.


Al día siguiente me pasé por la uni y me encontré con Milán, un chico de USA con el que he coincidido en clase. Le expliqué lo que me pasó el día anterior y él me contó que a un amigo de un amigo de un amigo le pasó parecido, no pagó la multa y nunca jamás le llegó nada a casa. Dijo que él haría lo mismo y me recomendaba hacerlo. Justo lo que necesitaba...

Aún así me pasé por la oficina de estudiantes y cogí mi carnet de estudiante permanente, en el que ponía que estaba vigente desde el 10 de octubre y tenía validez durante dos años. Perfecto, protección para dos años. El número de estudiante que aparecía en ese carnet era diferente al del temporal y por lo tanto al que aparece apuntado en mi billete de metro, pero como no voy a reclamar, a mi plin.

En casa me esperaban con la multa en la mano y sin opción a respuesta: "nos vamos para la oficina ahora mismo, pagamos 6000 florines y listo, que con la suerte que tenemos nos viene la señora en persona con la multa millonaria".

Por cierto, y como apunte que no tiene nada que ver con lo que pasó ese día pero sí con la historia en general, he descubierto cómo se llama la tipa. Como tengo miedo de que le mandéis cartas con amenazas a casa, simplemente pondré sus iniciales: HDP (HDLGP para algunos).

Sigamos.

Antes de lo que canta un gallo estábamos en la oficina de la que la señora HDP nos había hablado. Teníamos la multa en la mano, mi carnet de estudiante en regla y mi billete de metro.

Yo me temía lo peor, ya que a mi lado tenía a alguien a quien le salía fuego por la boca al hablar, los ojos le ardían de rabia y encima sabía húngaro. Estaba dispuesta a pelear con uñas y dientes por pagar esos 6000 florines que nos tenían que haber dejado pagar la tarde anterior y no pensaba irse hasta que le devolvieran ese derecho que le robaron.

Nos llega el turno. Da un paso al frente. Yo me quedo detrás, cuidando la retaguardia.

Pasan unos minutos muy tensos, en los que se dicen muchas cosas en húngaro, hasta que se da media vuelta: "me ha dicho que aquí no podemos pagar los 6000 sino los 12000, que ella entre los botones que tiene en su máquina tonta no tiene la opción de 6000, que para eso tenemos que poner una queja a la señora de ayer y que cuando se resuelva ya se verá, aunque será nuestra palabra contra la suya, y todo eso si encontramos su nombre."

Vaya.

"Peeeeeeeeero que podemos ir al metro, decir que nos cambien el número de estudiante que aparece en el billete por el que tienes ahora, volver aquí y decirle a esta amable señorita 'que nos pusieron una multa porque se me olvidó el carnet de estudiante en casa' y que así solo tenemos que pagar 2000. ¿Te hace?".

"Joder hermana, ¡pues claro que me hace!".

Dicho y hecho, 10 minutos más tarde ya estábamos de vuelta para pagar nuestros 2000 florines. Nos toca el turno, y se pone a contar la milonga. "Xabi, son 2000 florines".

Saco mi billete de 5000 (¡me iba a sobrar y todo!) y se lo damos.

Lo mira, lo remira, lo vuelve a mirar y nos lo devuelve: "blablablá".

"Dice que esta roto y que no lo acepta. Que vayamos al banco a cambiarlo por uno nuevo".

Jodeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeerr....

Al banco vamos. Una cola tremebunda. Tras leernos tres revistas y todos los carteles del banco seis veces, nos toca el turno. Me imagino la conversación:

"Te cambio mi billete roto de 5000 por el tuyo nuevo".

"Vale, justo necesitaba un roto".

"Gracias"

"Un placer, si encuentras más rotos me los traes, que me faltan solo tres para la cubertería de plata. Adiós"

Volvemos por enésima vez a la oficina de las multas.

Esperamos la cola.

Volvemos a contar la milonga.

Saco mi billete de 5000 inmaculado.

Lo mira.

Lo remira.

Lo vuelve a mirar.

Ahora me mira a mi.

Sonríe, me da las vueltas y nos vamos. ¡Libre!

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