sábado, 24 de septiembre de 2011

Sobre un día normal relleno de helado

Hoy hemos tirado la casa por la ventana y nos hemos comido un helado.

Yo: helado de vainilla relleno de sirope de chocolate, trozos de madalena y lacasitos.
Eszter: helado de galleta de chocolate relleno de caramelo, trozos de caramelo y mazapán.

Hay que volver a ese sitio fijo (y con cámara de fotos).

Para que veáis que soy un tío normal =)

P.D: ah, y hoy me he planchado el pelo.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Sobre un verano

Hete aquí un resumen fotográfico del verano:

La fruta aquí parece traida de Bilbao. Y no solo las sandias...

Una morita

¡Gringo Star en concierto!

Vamos a la playa húngara aprovechando el buen tiempo.

La 'playa' resulta ser un lago en el que nunca cubre
más de 40 centímetros.

Y un día tocó volar a Bilbo

Y otro día fui a ver a mi primo nada, pero esta es la mejor
foto que tengo de la carrera :S

Y esta es del termómetro que
me gustó.

Y había una niña muy graciosa. A pesar de la falta de fotos,
prometo que fui a ver una carrera.

En Pull&Bear buscan trabajo ¡también en húngaro!

Prohibiciones en el autobús. Sin poder hacer nada
de eso el viaje se vuelve aburridísimo.
Es triste de pedir pero más triste es de robar.

Cuando estuve en Azután tocó ir a correr por las
mañanas.

Y pasé por aquí.

Y acabé aquí. Qué calor a las 9:30 de la mañana.
Eso es un ayuntamiento, por cierto.

Y así es como se hace la compra en Azután

Esa mora no es húngara. La tortuga lo parece.

Toda la familia se fue de vacaciones

Así te traen la cuenta cuando vas a comer cochinillo.

Esto es un gato.

Las cosas que veo en Azután no tienen desperdicio.

Glglgl... lo que daría yo ahora por doce kilos de higos.

Pues eso.

La lista de la compra de amama :)
No llegué a probar los sobados.

De vuelta en Las Arenas.
Multiprecio, todo a 100.

Concierto de Memoria de Pez en un pueblo entre montañas

Sangría brasileña y mojitos

R amamanta a uno de los cuatro

U en su toballa gigante. Quiero una así.

Me leí este libro.

Mientras María saca la foto, la guarda de seguridad se
acerca a nosotros y espera. La foto no ha salido muy bien
así que María dice que hay que sacar otra. La guarda sigue
esperando. María saca la foto. Me quito la careta. La guarda
dice: "oye, no se pueden sacar foto". Ehm, vale.

Día de Barbacoa. Esas piernas son de gente con torsos
desnudos a los que no he pedido permiso, así que por si
acaso lo dejo así.
Y después jugamos a fútbol con un niño de unos 10 años
que pesaba unos 100 kilos y jugaba de portero... TUMBADO.
Y encima el tío paraba a veces.

Así veo con las gafas de amama

Vamos a San Juan de Gaztelugatxe

Foto obligada

Puente colgante de Las Arenas

Por fin conseguí convencer a Eszter de que soy muy malo
a los bolos. Tras la cuarta tirada quiso marcharse tachándome
de mentiroso. No me extraña, pero juro que fue suerte.
Tres veces.

Calcetines rositas.

Y llega la Aste Nagusia.

A pescar txipirones con osaba.
En el minuto uno ya teníamos un txipi. En el minuto 180,
al marcharnos, teníamos uno también.

Última noche en Bilbolandia.

Concierto de un grupo llamado "Calcetines y Cachetes".
Resulta que me gustaron a pesar de todo...
Y a partir de aquí ya conocéis la historia...

jueves, 22 de septiembre de 2011

Sobre un día sin gym, muchos vales y un bate

El otro día tocó ir al gimnasio después de clase. El plan era quedar con Eszter 10 minutos antes de que empezara la clase, entrar juntos, ir a una clase de esas en las que soy el único chico y después a descansar a casa viendo un capítulo de Lost.

Pero esta vez no todo fue como esperábamos (a ver qué os pensabais, ques esto no es un diario, no escribo las cosas normales que me pasan), y al llegar resulta que me había dejado el carnet del gimnaso en casa. Mierda.

Aún así, ellos guardan nuestros datos en el ordenador, por lo que no debería de haber problemas para entrar. De hecho, en Bilbo se me olvidó el carnet un millardo de veces y nunca hubo problemas para entrar. Un cachete en el culo, un "eso no se hace" y para dentro.

Pero claro, en hungarolandia las cosas funcionan de forma diferente. ¿No hay carnet? Pues no entras. Bueno, entra si quieres, pero pagando una entrada de un día, que cuesta el doble de lo que estás pagando por venir ya.

Pues que os den morcilla, a mi no me engañáis. Le digo a Eszter que ella entre y que una hora después estaré por aquí esperándole (el gimnasio está en un centro comercial, así que puedo darme una vuelta y además necesitábamos comprar cosas en el súper por lo que puedo aprovechar y hacerlo ahora).

Bajo al súper (en ascensor, que son dos pisos), cojo lo que necesitamos para la semana y un par de chocolates, y me pongo a la cola. Delante de mi hay una señora que o bien está haciendo la compra para tres meses, o quiere reabastecer el barrio ella sola o tiene una cadena de restaurantes. Mamma mía, cuánta cosa.

A la cajera casi le da un sofoco pasando todas y cada una de las cosas por la maquinita que hace "pi", entre otras cosas porque la señora, que quería probarlo todo, compra una botella de dos litros de cada refresco posible. Para cuando ha terminado, la cajera decide que esta semana ya no va al gimnasio.

Le saca el ticket, y le dice el precio (me invento el número y lo digo en euros, para que lo que voy a explicar después se entienda mejor): 

"Cincuenta euros con quince, por favor".

La señora mete la mano en el bolsillo de el abrigo y saca un millón de vales de esos que te dan en el súper con el que cada uno descuentas 50 céntimos de tu compra y que son acumulables. Los empieza a contar: "1, 2, 3, 4, 5... 23, 24, 25... 41, 42, 43... "

En este punto empiezo oir suspiros detrás de mi. Se ha formado una cola tremebunda y todo el mundo parece ansioso por poder comerse las chocolatinas que quieren comprar.

"76, 77, 78... 81, 82, 83..."

Si estuviésemos en la carretera, la señora sería un conductor que lleva 8 ó 9 segundos quieto con el semáforo en verde. Los coches de detrás llevan pitando desde el segundo 0,5 y alguno ya ha bajado la ventanilla y empiza a persuadirle para que se mueva: "¡¿estás ciega o qué?! ¡que se va a poner en rojo!"

"89, 90, 91..."

Ahora el señor que va en el tercer coche abre la puerta y se dirige hacia el coche de la señora. Lleva un bate de beisbol en la mano, tiene la cara desencajada y le sale espuma por la boca.

"97, 98, 99 y 100. ¿Esto es un descuento de 50€ verdad?"

El coche arranca, y el señor del bate se da la vuelta y se mete en su coche. Un poco más y presenciamos una tragedia. Y el bate tenía manhas de sangre.

"Eso es. Con el descuento se le queda la compra en quince céntimos".

La señora abre el bolso, saca la cartera, busca y rebusca y saca un billete de 50 eurazos, que entrega a la cajera. Esta, que no sabe si llorar, tirarle los vales a la cara o pedirle el bate ensangrentado al señor, suspira y le da los cambios.

Detrás de mi, oigo dentro de la cabeza de todos los que están en la cola vitorear alegremente.

Y me toca el turno.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Sobre una boda, otra boda y gorritos de Aladin

Este fin de semana ha tocado ir de boda. El sábado se casó una amiga de Eszter en un pueblo a miles de kilómetros al este (sí, todavía se puede ir más al este).

Como la ocasión lo merecía, el día antes fui a comprarme una camisa, de esas con botones y un bolsillo en el pecho en el que no se mete nada. Fue una tarde larga en el centro comercial, en la que entré en al menos dos tiendas y me probé tres camisas.

Ehm...
Y el viernes comenzó el viaje. Cogimos un tren a las 5 de la tarde... de milagro. Como siempre, quedamos en la estación unos cinco minutos antes de que saliera el tren, y precisamente esa tarde a un autobús le dio por chocarse con un tranvía y paralizar así toda la ciudad. Corriendo de estación en estación hasta el metro y después metiendo prisa a la gente que parecía querer apropiarse de las escaleras mecánicas conseguimos subirnos al tren treinta segundos antes de que saliera.

Allí, en el bar del tren, nos esperaba Marcsi. Y empezamos a movernos...
Fiuuuuuuu
El viaje duró 150 minutos, y los pasamos todos en el bar ese. Había aire acondicionado, más luz, los asientos eran más cómodos y se podía jugar a las cartas. Una pena que nos las olvidásemos en casa.
Ehm... eso ya estaba ahí cuando vinimos.

Prometo que es un tren
A las 8 el apa de Marcsi (aita en húngaro, por si no ha quedado claro) nos recogió y nos llevó a Eszter y a mi a casa de Zoli, donde domiríamos esa noche. Tras sentarnos un rato a descansar bebiendo zumo de uva y pegarnos una ducha, toca salir un rato.

Marcsi dice que es el cumple de una amiga, así que vamos a un bar húngaro a saludar a quiensea que cumple años. Al llegar resulta que en el bar hay 10 persona contándonos a nosotros 4 y al señor del bar.
Un capuccino, ¿qué sino?
Tras el exitazo del cumpleaños damos una vuelta por la ciudad y nos metemos un rato a un bar en el que nos sacan fotos cual gente famosa:
Foto sacada de la página web del bar
Cuando nos damos cuenta de que al día siguiente hay boda decidimos irnos a casa a dormir. A la mañana siguiente desayunamos algo del embutido que nos llevamos de casa el día anterior, sin importarnos que ponga que caducó hace 9 años.

Caducado el 19/06/2002
Nos ponemos guapos y a las 5 Marcsi y su apa nos tocan la puerta para ir a la estación de tren. La gente nos mira de arriba a abajo con curiosidad, se habrán pensado que ellas son dos celebritites que van con su criado (porque iba corriendo tras ellas con la maleta y no tan 'mono').

Llegamos al pueblo y nos ponemos manos a la obra: toca buscar el sitio en el que se celebrará la ceremonia. Tenemos en un papel cómo llegar al sitio (yo solo recordaba que había un McDonalds cerca) y sgún Google Maps no deberíamos tardar más de media hora. Ja. Mira como me río, Google Maps, ¡ja! Tras 45 minutos pateando nos cruzamos con un conocido de las dos celebrities que ya sabían que estaría en la boda, así que lo tomamos como señal de que estamos en el camino correcto.

Son las 19:15, solo faltan 15 minutos para que empiece todo y no hay ni rastro del McDonalds. Preguntamos a un amable señor y a su perro, que resultan saber guiarnos a nuestro destino. Quieren incluso acompañarnos, pero tanta generosidad nos dio un poco de mal rollo y nos hizo huir despavoridos.

Tras cruzar la esquina, la vemos. Es una iglesia pequeña en medio de una callejuela con un McDonalds justo al otro lado de la calle, tal como me la imaginaba. Fuera, unas 70 personas se amontonan en la entrada para entrar ordenadamente. Nos ponemos al final de la cola sintiendo la mirada de todo el mundo. Supongo que sería por la maleta, no es muy común ir a una boda vestido de gala con maleta y mochila.

Huelga decir que no conozco a nadie, ni siquiera a la novia. Entramos en una habitación llena de sillas y adornada con flores y cosas bonitas de esas para adornar que le dan un toque muy reshulón al lugar.

Siendo observados por todos dejamos la maleta apoyada contra a pared y buscamos un sitio donde sentarnos, con tan mala suerte de no encontrar tres sitios vacíos que estuvieran juntos. Detrás de nosotros, al final del pasillo, está la novia agarrada a un señor esperando a que le permitan entrar.

Ya puedo poner cara a Kriszta.

Empieza a sonar el organillo, típica canción de boda. De repente, noto un tirón en el brazo. Miro, y veo a Eszter tirándome hacia atrás, hacia la calle, con cara desencajada mientras Marcsi se mueve también rápidamente.

"Esa no es Kriszta".

"¿Lo qué?"

"Esa no es Kriszta, esta no es la boda".

Si no fuera porque me estaba pasando a mi, no me lo habría creído, así que sin hacer ruido fui a por mi maleta y salí escopetado de allí todavía notando la húngara mirada de la gente en mi espalda y mi camisa nueva.

"¿Qué leches hacemos ahora? La boda empieza en 10 minutos y no tenemos ni idea de dónde estamos" dice alguien mientras nos dirigimos a la salida. Abrimos la puerta...

... y allí había otra vez un montonazo de gente esperando para entrar en la misma iglesia.

"¿Eing?" es todo lo que nos sale de la boca.

Entre toda esa gente Ezter reconoce a la hermana de Kriszta y a alguno más, así que damos por hecho que la estamos en el lugar adecuado a la hora correcta... pero hay gente casándose dentro...

A las 19:30 en punto abren las puertas y empezamos a entrar. Siento un deja vú al notar que todo el mundo nos/me mira, sin saber si es por la maleta, por mi camisa nueva o porque estoy en la boda equivocada otra vez.

Cuál es nuestra sorpresa cuando entramos a la misma habitación en la que diez miutos antes había gente casándose y encontrarla vacía. ¿Qué ha sido de ellos? ¿Lo hemos soñado? ¿Ha habido un error en Matrix?

Nos sentamos sin hacer ruido, se calla todo el mundo, sale la novia (¡esta vez sí!), llega al altar donde le espera su futuro marido, una señora habla y a los diez minutos ya nos estamos levantando para marcharnos, seguramente porque habría otra boda tres minutos después.

Nos llevan a un pasillo donde todo el mundo se pone en fila para uno a uno felicitar y besar a los novios, a los que aún no conozco. Me llega el turno y la nueva esposa me dice "hombreeeeee! a ti te quería conocer yo" y yo, que soy muy educado, la felicito mientras acerco mi cara a su mejilla para los besos que todo el mundo le estaba dando, sin darme cuenta de que ella al mismo tiempo acerca su mano derecha en forma de saludo. Durante tres nanosegundos no sé qué hacer así que decido hacer el ridículo: le doy la mano y dos besos a la vez. Toma esa.

Ahora toca girarme hacia el novio, que me mira impasible. "¿Y tú quién eres?" me dice, aunque yo noto que dentro de su cabeza también me pregunta "¿y por qué has besado a mi esposa?".

A estas alturas de la historia me veo obligado a explicar que Amir, el marido de Kriszta, es egipcio, y según su religión una mujer no puede dar un beso a un hombre, menos aún si está casada. De ahí que le salieran chispas por los ojos. Al mismo tiempo mi mente rebobinaba y veía que las únicas que habían besado a la novia eran las mujeres, mientras que los hombres le habían dado la mano, y que eran a Amir, al marido, al que besaban los chicos. El mundo al revés, y mi infierno personal en ese momento.

"¿Y tú quién eres?"

"yo... he venido con ella..." y señalo a Eszter que me mira con cara de "ups, perdón, perdón, perdón, tenía intención de presentaros ahora".

Me acerca la mano, suelto la maleta, se la estrecho, cojo la maleta y huyo.

Salvado.

Tras el sofocón, salimos fuera, pedimos un taxi y vamos al sitio en el que vamos a cenar. Allí las mesas están llenos de cartelitos con el nombre de cada uno para saber dónde sentarnos, con la curiosidad de estar escritos en árabe además de la forma 'normal'. Yo temía que tras el accidente mi sitio hubiese sido alterado y encontrarse entre los suegros, pero no, hubo suerte:

¿Por qué la I de mi nombre no es un corazón?
Y ahora, unos afotos del menú:

Presentación más bollos de entremés.

Sopa con reflejo de lámpara

Pollo. Este tenía tres cuellos.

Ensalada con limón (?)

Carne con salsa de paprika y cosas blancas

Algo típico egicpio. Pollo, carne con queso, salchichas raras, setas, mucha patata y mucho arroz. Rico, rico.

Parte del postre antes de que nos dijeran que podiamos tocarlo.

La otra parte del postre a la hora de marcharnos.
Como ya he explicado antes, la boda era mitad húngara y mitad árabe. Esto significa que parte de la gente es húngara y otra parte egipcia, lo cual implica no solo las obvias diferencias en el idioma, costumbres y comida, sino también música. Y en las bodas hay música todo el rato. Sin parar. 

Esta vez decidieron poner unas 3-4 canciones húngaras, después 3-4 en árabe, 3-4 en inglés y repetir esa fórmula hasta el infinito. Fue curioso ver cómo cuando ponían las húngaras salían los lugareños a bailar y se retiraban cuando empezaba la serie de canciones en árabe. En esos momentos salían los egipcios con sus gorros de Aladin dispuestos a darlo todo. Y digo dispuestos porque solo los hombres salían a bailar:
El genio no sabí a quién conceder el deseo
Y cuando le tocaba el turno a las canciones en inglés todo el mundo salía y bailaba y cantaba, servidor incluído, a ver qué va a ser esto sino. Por supuesto, no hubo nadie que dijera que no a la típica conga y al tren extra largo que te lleva por todo el bar (y por más sitios estúpidos que se le ocurren al que va primero y todo el mundo se queja pero va igualmente).

Y de repente, se apagaron las luces. Un murmullo recorre la sala pero se disipa rápidamente al ver entrar por la puerta una tarta con cuatro velas gigantes, como si fueran de Bilbao. ¿Qué tiene encima? ¿Es una imagen de los novios? ¿Se parecerán? ¡Quiero verlo!

Así que me acerqué y la vi:
Los novios me recuerdan a alguien...

El genio de la lámpara se insinuó a la novia siempre que tuvo ocasión
Y tras la tarta, cuando todos queríamos desatarnos el cinturón porque la barriga nos iba a reventar, nos dicen que en la entrada han puesto 'un poco' más de comida para el que se haya quedado con hambre. Habrá que ir a ver, que aún tengo un poco de hueco:
Si hay que recenar, se recena y punto
Pero no, no había que recenar. 

Bailamos y bailamos, y a las 4 salimos pitando a las estación de trenes, donde a las 4:16 cogemos un tren hacía un pueblo cuyo nombre no sé pronunciar:
Pues eso
Tras 35 minutos esperando, a las 6:02 llega nuestro tren destino Budapest que nos deja allí a las 8:20. Cogemos un bus, vamos a casa, nos quitamos la ropa elegante para que no se arruge... y a dormir.