domingo, 30 de enero de 2011

Sobre un finde de relax... con sorpresa en el metro. Parte 2.


No cabíamos en nuestro asombro. ¡La señora nos había engañado! Nos hizo creer que no pasaba nada, que el malentendido se resolvía enseñando el carnet de estudiante en noséqué oficina en un plazo de ocho días, pero en el sobre que nos dio y no leímos allí fue que tenemos que pagar un multa antes de un mes. Para rematar, ponía que podíamos habernos ahorrado el 50% de la multa pagándola allí en persona, a la propia señora.

"Rodarán cabezas", era lo único que pensaba. A mi lado a alguien le salían gusarapos por la boca y parecía que se iba a comer al primero que le hablara. Mejor estarse callados un poco...

Llegamos a la estación de metro con el discurso memorizado, sabiendo palabra por palabra qué y cómo íbamos a abordar y sentenciar a la señora. Iba a ser perfecto, y pasara lo que pasara con la multa, nos íbamos a quedar más a gusto que un arbusto.

Cruzamos la última esquina y... ya no había nadie. El control había terminado.

¡NOOOOOOOOOOOOOOO!

Los húngaros no se dan tan rápido por vencido, o al menos las húngaras rubias. Así que salimos disparados hacia la otra salida de metro por si los controladores habían decidido cambiarse de sitio para evitar estudiantes furiosos y de paso poder multar a algún otro para que tuviera algo que escribir en el blog.

Pero no, mala suerte. Allí solo estaban los típicos señores que te miran el billete al entrar en la estación. De todos modos, Eszter les preguntó si sabían dónde estaban o qué se podía hacer en estos casos.

Por supuesto, no tenían ni idea, la historia habría terminado demasiado deprisa. El señor explicó amablemente a Eszter que mirásemos en la internete o que preguntásemos en la oficina a la mañana siguiente (ese día era domingo por la noche, estaba todo cerrado). Y todo esto lo explicó mirándome fijamente a los ojos. Eszter le preguntaba, él me respondía y yo asentía:

"Ajá, ajá, ajá", decía yo. Hasta que hubo un momento en el que se me quedó mirando durante varios segundos y Eszter me susurró por lo bajines "dile que sí mientras andas hacia atrás, que gracias y que hasta luego, que te ha hecho una pregunta".

Dicho y hecho: "igen, köszönöm, viszontlátásra".

Ya en casa pensamos qué hacer. Al día siguiente tenía que ir a la universidad de todos modos, así que de paso cogería mi carnet de estudiante permanente (que no estaría caducado), y a lo mejor con ello podría hacerse algo. La opciones eran:

- Pagar 12.000 ft al día siguiente y olvidarnos del lío este. Ni de coña.
- Quejarnos miles de veces diciendo que no nos dejaron pagar la mitad y no parar hasta que nos dejen pagar solo 6.000, y de paso poner una queja o reclamación contra la señora aquella, de la que no sabemos el nombre ni nada y yo no recuerdo ni de qué color tenía el pelo.
- Olvidarnos de la multa y ver qué pasa. En el reverso del papel pone que si no se paga en un plazo de 30 días te llega una multa a casa de 24.000 ft. Yo voto por esta, me va el riesgo.

Decidimos dejarlo para mañana, hoy mejor vámonos a dormir que ha sido un día muy largo...

1 comentario:

Carmen dijo...

El nombre de la sra no esta en la multa??? suelen tener que identificarse al ponerla... por lo menos aqui.
Bueno esperio que la historia no tenga demasiados capitulos..
Besitos